Un dia en el invierno y un dia en el infierno del verano de España. Maravilloso es vivir. O mejor que vivir, es el cambiar de lugar en un apice de tiempo. Hoy, que me trasladé en grados hacia el sur de la brújula del norte epicentrico del sol, lo senti con toda la fuerza del corazon del Oceano Atlántico. Un viaje, un amanecer tardio, donde las estrellas se fundieron con el alba en mis sueños y donde el calor era un simbolo del corazon, asestando latidos y teniendo en mi mente la proximidad del cielo, tan azul, que el mar era un binomio entre arena y agua.
El mar me miraba cuando iba declinando el dia; el sol en mi espalda; me decia que el ocaso del dia era imparable: Mi alma era el suspiro del viento que soplaba para apagar el dia. Asi fue como vi el sol morir cerca de La Rabida y como la playa quedaba oscura y desahabitada. A cuatro dias de regresar a un Broto casi inhospito y sin turistas, quise revivir el sabor salado de la sal de la playa del Atlantico. Los copos albicelestes regolpeadores en el horizonte con el corazon candente de una cerveza en el Liverpool. Pronto escanere la carta de ese maravilloso Pub.
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